07 diciembre 2012

Se encontraba sentada en medio de la nada, ahogándose en su propio dolor y lamentándose por todo lo que pudo llegar a ser y no fue. De hecho, llevaba bastante tiempo en la misma situación.
De repente, una silueta se acercó, y ella, aunque inmensamente feliz al reconocerlo y ver cómo se acercaba, también sentía una gran desconfianza. Temía que fuera una ilusión más de las suyas.
Pero llegó a su lado, le dio la mano y la ayudó a levantarse de una vez por todas. Ella, no pudo más que llorar. Lágrimas de felicidad.
Luego, la abrazó fuerte, muy fuerte. Como si con ese abrazo le asegurase no moverse de su lado nunca más.
Ella, por su parte, sonrió. Después de tanto tiempo volvió a sacar esa sonrisa que sólo él provocaba, y ahora más que nunca.
- Gracias.
- ¿Por qué?
- Por volver.
Abrió los ojos de golpe. Lo oscuro de la habitación le indicó que no había amanecido aún. Buscó la luz a tientas y se incorporó en la cama. Estaba tan acostumbrada a esa clase de sueños...
Se dio cuenta de que echarle de menos se había convertido en su día a día.
Dibujar su inicial por todos lados, e incluso en tu mano. Sonreír cuando te habla como si fuera lo más gracioso del mundo. Obsesionarte con las llamadas perdidas, su voz y sus mensajes interminables. Creer que su olor ha de formar parte de cualquier molécula de oxigeno que inspires, que sus pupilas y sus iris van a acabar de trastornarte, porque esos ojos son encantadores. Tararear esa canción porque así te acuerdas de el en todo momento.